Y la sombra de la existencia la rondaba nuevamente. Cuerpos flagelados empezaron por aglomerarse en frente de ella. La rodearon de tal forma que su única salida, fue gritar, y grito cuantas veces lo pudo, pero nadie escuchó sus lamentos. Su cuerpo se vio embargado por un frío intenso, parecía que estuviera muerta, o quizá si lo estaba, ella nunca pudo comprender la muerte. Nunca pudo entender que mientras ella engullía sus propios dedos, estos provocaban lesiones hacia su cuerpo, hacia su vida, hacia su insatisfecha vida. Hoy no conoce su muerte, pero tampoco su vida. Deambula por aquello que llaman inconsciencia, sin percatarse cuan lejos ha llegado con esto.
miércoles, 5 de diciembre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario