lunes, 21 de septiembre de 2009

La boda

La mirada ácida que sus ojos proyectaban, no era más que la rabia que sentía por haber perdido a su prometido. Su sangre destilaba rencor. Quería terminar con su vida para de alguna manera, dejar de sentirse tan putrefacta por la furia que sentía al recodar como aquel hombre de rizos negros traspasaba los músculos del abdomen de su novio Abel. La sangre no dejaba de brotar y ella seguía arrodillada abrazando el cuerpo sin vida de su próximo marido.

Roja escarlata, desde el pelo hasta las sandalias intentó gritar de una vez por todas, en busca de auxilio. Alguien tenía que escucharla y de una vez por todas sacarla del shock por el que estaba pasando.

“Hijueputa, por qué a mi?” gritaba sin consuelo alguno. Unas horas mas atrás, Abel le había pedido por fin su mano. Después de 9 anos de novios, aquel hombre de aparente buen corazón y buenas prácticas, reunió inesperadamente el dinero para complacer a su desesperada novia que solo exigía contraer un matrimonio “a lo bien”.

Tantos requisitos y objeciones que Clara le hizo a Abel sobre la boda, empezaron a aturdirla al enlazarse con las únicas palabras que escuchó del hombre de rizos negros, “tomá malparido, pa` que no volvás a confundir lo que significa caridad”.

15 puñaladas fueron el producto de la desesperación y el afán de un matrimonio que nunca se celebró. Clara nunca se perdonó lo injusta que fue con Abel, porque se dio cuenta en seguida lo costosa que su boda fue.

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