sábado, 11 de octubre de 2008

Desdén

Cansada decidió parar su camino. El viento susurraba el dolor de ese atardecer. Dejó de lado esa carta que había escrito pacientemente. Miraba al cielo y no comprendía su situación, “era ridícula”, pensaba. Sus brazos la amenazaban con caer bajo ese camino rígido de piedra en donde lo único que había era un asiento en el cual seguidamente se sentó con su hombre. Caminó despacio hacia aquella banca. Suspiró fuertemente, y se sentó. Seguía mirando el cielo, e inesperadamente una lágrima hizo presencia en su vida. “¡Hace cuanto no lloraba!”, pensó. Continuaron saliendo y no logró contenerlas. La vida se puso al revez y entendió que ya nada seguiría igual. Acababa de terminar con el hombre de su vida, su decisión ya estaba tomada, así tuviera la certeza de que él la amaba y que sería difícil encontrar otra persona que le brindara lo que él le dio. Se dio un golpe en el corazón y sintió el vacío de la soledad.

El viento seguía soplando fuerte, sentía frío y estaba sentada allí donde una vez, en una noche similar, él la arropó con sus brazos y vieron la madrugada abrazados mientras hablaban sobre el futuro de sus vidas. Se sintió sola nuevamente, y gritó cuanto pudo, pero esta vez él no vendría a rescatarla. Sentía culpa al recordar como él, su hombre, le abrazaba las piernas, tirado en el suelo, llorando sin consuelo alguno. Le rogó por varios minutos hasta que ella se despidió con un beso en la frente.

Ahora sentada en aquella silla, quería volver, pedirle disculpas por lo tonta que había sido, pero ya era demasiado tarde. El corazón es el órgano más sensible del cuerpo y si se lastima se corre con el riesgo de no poderlo volver a curar. Inevitablemente este corazón, el de él, su hombre, ya no quería sufrir más los abandonos inesperados de ella, su mujer.

Cerró los ojos y comprendió la gravedad de sus actos, pero la vida no perdona así de fácil. Continuó su vida tratando de amar a cuantos hombres aparecían, y gravemente se dio cuenta que al único que amaba era a él. Sin embargo, en una noche helada, ella caminaba por la misma banca, y lo encontró allí sentado, como en los viejos tiempos. Logró hablarle y disculparse. El sonrió y amablemente le dijo que no había problema, que estaba perdonada. Se abalanzó hacia a él, lo abrazó cuantas veces pudo, pero él seguía inmóvil. Cuando ella se calmó, él la abrazó y le dijo que esto se había acabado desde el día en que ella lo despreció con tanto desdén. La tomó de la cabeza, le besó la frente y finalmente, quizá como lección, se retiró.

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Fatiga

Tras varios días en donde quise darte lo mejor, los resultados no se dieron. La verdad no entiendo el por qué de la situación, no sé en realidad en qué fallé, porque le exigí a mi corazón que no decayera en ninguno de los momentos en donde se agotaba y daba el brazo a torcer. Quisiera poder tener la habilidad de decir “yo te espero”, pero tengo que ser sincero conmigo mismo, la paciencia no es mi fuerte. La situación es incomoda y más que esto se vuelve decepcionante, porque no basta con que mi corazón sienta la necesidad de quererte, el tuyo debe darle garantías para que éste siga en su misión de proyectar sentimientos que algún día se conviertan en un verdadero querer. Pero me he fatigado, y no quiero seguir esperando algo que no sé si sea realmente bueno. Sería irresponsable apostarle todo a esa ficha, que por la situación es la más inestable, y que no sé si me podrá generar ganancias. A veces en la vida las oportunidades se dan una sola vez, y sólo el tiempo dirá si este corazón pueda tener una segunda oportunidad contigo, por ahora lo embargo la extenuación y esta enfermedad consume lentamente las ganas de estar junto a ti.

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domingo, 5 de octubre de 2008

Infinito

Llorando me aparté de aquel lugar en donde más que incomodo me sentía mortificado con tu presencia. Caminamos juntos por aquel andén que lleva hacia el parque en donde alguna vez comentamos que sería un lugar ideal para tomarnos un vino y escuchar aquellas canciones que nos acordaban el momento en que nos conocimos.

¡Qué lindo era todo en ese tiempo!, la vida no nos importaba y alabábamos al cielo habernos conocido. Haber cruzado nuestras miradas en esa noche oscura, violada por un sin fin de luces y una fogata que parecía que fuera explotar por la emoción del momento. Me sacan tantas sonrisas pensar en cuando nuestro lenguaje estaba limitado a miradas, y lo que más me gusta es que nunca necesitamos de palabras, ni actos corporales para decir “te quiero”, y “quiero que estés conmigo”.
Recuerdas que vencimos la envidia de varias personas, y que éstas sin pensarlo, terminaron uniéndonos y generando el primer contacto físico.

Basto con un “mucho gusto” para que nos diéramos cuenta que realmente esas miradas se tenían que traducir en palabras, en caricias, besos y abrazos. Sin embargo, la timidez nos agobiaba y aunque ya nos habíamos dado un apretón de manos, y habíamos escuchado nuestras voces, no era suficiente para sostener una conversación.

Seguía perturbado por tu mirada piadosa, mientras caminábamos por aquel parque del vino que nos traía recuerdos. No quería suspender el ritmo del aire con mis palabras torpes y mal obradas. Me dolía el corazón, quería que instantáneamente hubiera una muerte súbita de sentimientos, y dejará de sentir todo el amor que estaba mal enfocado hacia tí. Rompiste el silencio con palabras de admiración hacia mi, pero no te dabas cuenta que lo que menos necesitaba eran tus palabras compasivas, ya que únicamente me clavaban una estaca en aquello que llamamos orgullo y que muchas veces duele más que el mismo corazón.

Después de aquel apretón de manos, tu voz quedó grabada en mis oídos. Quería seguir escuchándote hasta el fin de la madrugada. De un momento a otro te esfumaste sin dejar rastro, y sentí la impotencia más absurda, así que me refugié en el licor y en conversaciones con otras personas que realmente no me llenaban. Conversaciones iban y venían en mi cabeza, pero seguía obstinado en volver a escuchar tu voz, pero tristemente ésta se iba esfumando en mis oídos. Maldecía no haber sido más sociable y haberte dicho que nos tomáramos un trago...

¿Un trago?, en ese momento me hizo falta uno, así que me dirigí a la barra del lugar, y pedí otro vodka, que resultó siendo triple, porque por alguna razón desconocida le caí en gracia a la mujer que estaba atendiendo. Así que cuando recibía mi trago, escuché de nuevo tu voz, y quedé frío al saber que seguías ahí conmigo. Me miraste y observaste mi trago triple, y me dijiste en son de protesta: “¿Es que tu tienes corona?”. Sonreí y te dije que sí. No fui capaz de hablar un sola palabra más. Torpemente sólo podía sonreír, hasta que tú me seguiste hablando e indagando por mi tono de voz y sobre qué hacía en ese lugar. Inmediatamente supiste que no era parte de allí...

Paramos más adelante del parque, bajo una avenida en donde pasaba mi bus. La verdad no entendía lo que decías. Tratabas de hacerme pensar en otras cosas, pero en lo único que pensaba era en qué iba a hacer sin tí, bajo esa ciudad que me absorbía ferozmente. Me sentía vulnerable y tenía temor por sentirme sólo. Me había acostumbrado a tí, y deseaba seguir queriéndote, porque no me cabía en la cabeza tener que dejarte, y volver a la nada, porque nunca me preocupé por construir algo para mi. Durante todo este tiempo, sólo pensé en tí y en hacerte feliz. Despreciaste mis esfuerzos, y no podía hacer nada. Como tú me dijiste, tenía que seguir la vida, sin ti. Sólo...

Le agradecí infinitamente a la mujer de la barra, porque sin ella no hubiera podido conocerte. La música seguía guiando nuestros sentidos, y las miradas se volvían más repetidas. Me sentía afortunado de sentirte cerca, y me olvidé del mundo, para convertirte en el mío. Bailamos muy de cerca, y ya podía sentir tus brazos, tu pecho, tu respiración.... Sentí tu mirada más cerca, y otra vez torpemente solo podía sonreír, hasta que por arrebato, te bese...

A dos cuadras venía mi bus, quería besarte como siempre lo hacía, pero ya las cosas no eran las mismas. Me quisiste abrazar antes de partir, pero me rehusé a sentirte tan cerca, me dolía toda acción hacia a mi. Mi cuerpo respondió con una lágrima y me aparte de allí rápidamente para que no me vieras llorar. Te vi desde la ventana regresando hacia aquel parque del vino, pero no podía hacer nada porque claramente ahora me mortificabas con tu presencia...

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sábado, 4 de octubre de 2008

Lejos

Quisiera largarme a donde la gente no me encuentre, volver a sentir la soledad apacible que brindaban otros campos, llenos de gente distinta y colores oscuros, que en medio de ellos, un frenesí cultural me absorbía sin dejarme caer. Fastidio es lo que percibo al sentir que cada vez me afirmo menos a pertenecer a donde nací y me vieron crecer. Una vez más Medellín me has agotado, en medio de tus fuerzas regionalistas, inadaptables, grotescas, y superficiales. Siento que mi corazón no funciona contigo. Quisiera tratar de sentirte otra vez parte de mi, pero nuevamente me encuentro con que este rompecabezas que éramos tú y yo, se le desparecieron fichas que no dejan que nuestra convivencia sea agradable. Quiero que vivamos cada uno por su lado, no quiero mezclarme contigo, me hace daño sentirte cerca y tener que respirar de tu aire que no comprende que necesito respirar algo decente. Que sea un pacto de hombres, y lo firmemos en la incomprensión de cada uno, porque los dos sabemos que lo mejor es estar de lejos...

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viernes, 3 de octubre de 2008

Quizás

Volverte a ver, revuelve perfectamente la necesidad de tenerte cerca... y aunque sé que ya estás lejos, mi corazón inevitablemente sigue atado, encaprichado a la manía de querer verte. Sé que el tiempo pasará y que la vida algún día nos ponga de nuevo cara a cara, como alguna vez lo estuvimos. Pero el tiempo es obstinado y por ahora no nos quiere proporcionar ni un solo minuto a solas. Minutos donde los dos nos volvamos a tener en frente y de esta manera, empezar por conectar nuestras miradas, y seguir con uno de esos besos tímidos pero llenos de sentimiento, quizás habría espacio para una abrazo, y más adelante dejar que éste se convierta en locura y desenfrenadamente sentir nuestras almas juntas, como alguna vez estuvieron... volverte a ver me punza el alma y me punza el corazón y muy seguramente regresaría a mi la necesidad de tenerte cerca...

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